El transporte público: La receta no tan secreta para la transformación de las ciudades
Por: Rocío Ruelas Fimbres
El término adoptado en la actualidad con respecto a la transformación de las ciudades debe centrarse en una visión conjunta de un futuro sostenible, el cual solemos imaginar mientras estamos atrapados en el tráfico urbano o mientras esperamos bajo el sol para tomar el primer camión camino a la escuela. El transporte juega un papel fundamental en nuestra vida diaria, ya sea para ir al trabajo, asistir a reuniones familiares o simplemente tomar un café por la tarde; todo depende de éste. La cotidianidad de nuestras vidas, el acceso a los bienes y mercancías que consumimos están intrínsecamente ligados al transporte. Por lo tanto, es importante cuestionarnos hasta qué punto el transporte público puede realmente transformar nuestras vidas.
Un ejemplo claro es su efecto en la reducción o exacerbación de las desigualdades. Un viaje largo, costoso e inseguro tiene consecuencias significativas, que van desde condicionar la asistencia regular de los niños a la escuela hasta limitar las oportunidades de acceso a empleos formales y mejor remunerados para las mujeres, quienes además realizan viajes adicionales asociados al cuidado de sus familias (hijos, adultos mayores, etc.). Siendo esto una de las principales barreras para romper paradigmas sociales que perpetúan la vulnerabilidad y contribuyen a la persistencia de la pobreza y desigualdad. Por ende, abordar esta cuestión se vuelve crucial en ciudades justas, sostenibles e inteligentes.
Las predicciones de la Organización de las Naciones Unidas establecen que la proporción de la población mundial que vivirá en áreas urbanas aumente a casi el 70% para el 2050, las ciudades enfrentan desafíos climáticos y sociales crecientes. Poniendo frente a las ciudades y, a quienes las habitamos, ante dilemas de movilidad urbana que parecían lejanos como: la congestión vial, infraestructuras viales sobrecargadas, servicios de transporte insuficientes, costosos e inseguros, mayores tiempos de desplazamiento, aumento en los siniestros viales y mayor dependencia a los combustibles fósiles, que a su vez impactan en la nuestra calidad de vida.
Según los datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del año 2023, Hermosillo ocupó el primer puesto a nivel nacional en transporte público deficiente, con un preocupante 63% de los Hermosillenses identificando esta problemática como un tema prioritario para la ciudad. Esta situación resulta algo desconcertante en relación al desarrollo de la ciudad, especialmente si consideramos la historia reciente del sistema de transporte, cuya flota fue renovada hace menos de 10 años y ha incorporado elementos de accesibilidad y tecnología no tan comunes en otras ciudades del país, como pagos con tarjeta, unidades adaptadas para personas con discapacidades y herramientas de planificación de viaje. Lo cual se encuentra lejos de ser percibido como una mejora, por las personas usuarias del sistema; que según el informe de Gobierno 2021-2022, realizan 140 mil viajes diarios por nuestra ciudad, en su mayoría con tiempos de espera prolongados.
Lo cierto es que aquellas ciudades que han experimentado avances significativos en materia de movilidad urbana lo han logrado mediante la adopción de un enfoque de sistema completo y la reconfiguración de la política pública para la movilidad posicionando a las personas al centro de la toma de decisiones. Para observar este cambio de paradigma no es necesario viajar a contextos de economías desarrolladas, si no voltear a ver al ingenio con el que, por ejemplo, la ciudad brasileña de Fortaleza atendió el desequilibrio en cuanto la prioridad de la movilidad, lo hizo implementando carriles exclusivos de transporte público, integrando 225 km de carriles para bicicletas, estableciendo sistemas de bicis compartidas, reduciendo el límite de velocidad en sus calles, estrechando las vías para los carros y rediseñando las intersecciones a favor de los ciclistas y peatones, posicionando a la ciudad como líder en movilidad sostenible.
Algunos kilómetros más cerca, la integración del VayVen en Mérida por parte del estado de Yucatán, no solo ha mejorado la identidad del sistema, sino que también ha ampliado la red, optimizado el servicio e integrado multimodalidad en un esfuerzo conjunto con la ciudad. Pensando simplemente en la dignificación del transporte público que atiende a las necesidades de movilidad de sus ciudadanos. Más cerca, Jalisco y su programa Mi pasaje apoyo a mujeres que subsidia viajes de mujeres en situación de rezago, para disminuir el porcentaje de gasto en transporte público de quienes han visto limitado su derecho a la movilidad debido a su género.
Retomando las similitudes entre estos casos, podemos identificar los ingredientes de una receta no tan secreta para transformar la ciudad y la forma de habitarla. Estas ciudades han dirigido sus grandes o pequeños esfuerzos hacia la planificación y expansión de la red de transporte, centrándose en proporcionar viajes completos. Han adoptado un enfoque de sistema de movilidad urbana que prioriza una experiencia para los usuarios que sea cómoda, segura, frecuente, rápida, intermodal y accesible, incluso en medio de las complejidades urbanas. Este enfoque también ha incluido mejoras en la gobernanza de los sistemas de transporte, tanto formales como informales, estableciendo así las bases para una transición justa y digna hacia modelos de transporte público sostenibles a mediano y largo plazo.
Esto sin perder de vista la corresponsabilidad que esta fórmula requiere. La forma en que nos desplazamos no se limita únicamente al transporte público y a los sistemas regulados por el Estado. La ciudad también se camina, se pedalea y se respira. Por lo tanto, el mantenimiento, integración y calidad de infraestructura para la movilidad resulta esencial para las ciudades. Esto promueve la compacidad que impulsa las economías urbanas y ayuda a que los barrios prosperen al hacerlos más caminables, al iluminarlos y al incluir áreas verdes. Y si como dicen por ahí “amor que no se refleja en presupuesto no es amor”, la decisión de invertirle a la movilidad vendría a ser el “ingrediente secreto”, que aporte consistencia a esta visión compartida del sistema de transporte público que anhelamos para nuestra ciudad.
La autora es Licenciada en Negocios y Comercio Internacional, especialista en Gestión Ambiental para Países en Vías de Desarrollo por la Universidad Tecnológica de Dresden, Alemania. Cuenta con una certificación para la contabilización de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y estudios en Cambio Climático, Crecimiento Verde y Desarrollo Bajo en Carbono. Posee experiencia en proyectos de descarbonización del transporte público y financiamiento climático
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