Bosque memorial Yáñez: La reconversión del panteón más antiguo de Hermosillo a un bosque urbano para la ciudad

Por: Lourdes Gabriela Balderrama Otero
Desde la fundación de nuestra ciudad, y especialmente durante finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, los primeros camposantos o panteones municipales fueron cambiando de lugar al llegar al límite de su ocupación, siendo sus predios posteriormente reutilizados como infraestructura urbana (tal como es el caso de la actual Escuela Leona Vicario, la Comandancia Centro / Estación de Bomberos / CFE y el propio Jardín Juárez). Este último, — clausurado por Elías Calles en 1916 –, dio paso a la creación del Panteón San Agustín (hoy Bosque Memorial Yáñez) en las entonces afueras de la ciudad, a donde fueron trasladados muchos de los restos que antes reposaban en él. Es por eso que podemos encontrar lápidas de personas que fallecieron antes del año 1900 en el interior del Bosque Memorial.
Considerando que las ubicaciones originales de los panteones más antiguos de la ciudad albergan hoy en día usos completamente distintos, y que el Panteón Yáñez se ha convertido en un referente histórico de Hermosillo, se vio la premura de protegerlo por medio de un decreto oficial que designara su uso al de un parque urbano en forma de un bosque memorial. Esta reconversión, le permite conjuntar los innumerables servicios ecosistémicos que brinda un bosque de dichas dimensiones, con el uso memorial de un recinto funerario que no contiene solamente las historias de miles de ciudadanos hermosillenses, sino de una gran cantidad de personajes ilustres como los gobernadores Elías Calles y Encinas Johnson, varios alcaldes, doctores, profesores y músicos que han formado parte esencial de Hermosillo.
El Bosque Memorial es casi 3 veces más grande que el Parque Madero y 8 veces más grande que el Parque de la Colonia Pitic. Al observar sus límites desde una vista aérea, se empieza a dilucidar lo que será un pulmón verde de gran extensión al norte de la colonia Modelo. Esto es el resultado de las intensas acciones de reforestación y mantenimiento llevadas a cabo por grupos ambientalistas como los Caminantes por la Conservación del Desierto, así como por ciudadanía voluntaria y empresas comprometidas. Quienes, desde hace varios años, han plantado casi 2000 árboles nativos entre los que destacan los palos verdes, mezquites y guayacanes, incorporando recientemente amapas y fresnos. Y aunque estas últimas dos especies, no resuenan todavía en el imaginario paisajístico de la ciudad, serán una buena sustitución a especies introducidas como los olivos, el árbol del neem y los eucaliptos.
El dosel vegetal creado por los árboles nativos plantados en ambos lados de los andadores del panteón, ya nos permite experimentar una reducción considerable de temperatura sumamente contrastante a lo que se siente por fuera del mismo, especialmente en las calles principales que lo rodean como es la Yáñez, la Israel González y el Periférico Norte. No resulta extraño ver que son cada vez más las personas que prefieren atravesar el panteón de poniente a oriente o incluso de sur a norte, en vez de tratar de rodearlo por fuera.
Este recinto funerario con más de 100 años de historia, llegó también al límite de su capacidad. Cuenta con más de 37,100 tumbas a lo largo y ancho de las casi 23 hectáreas que lo conforman, y cabe resaltar que una gran cantidad de estas se encuentra en estado total de abandono y deterioro. El decreto, en uno de sus incisos, prohíbe nuevas inhumaciones, así que esto podría suponer una notable recuperación de espacio permeable tras la remoción del material pétreo de dichos casos, lo que haría de estos rincones idóneos para la plantación de jardines polinizadores tan necesarios para la biodiversidad de nuestra flora y fauna desértica. Más espacio verde público para los hermosillenses.
Es importante recalcar, que no solo es un bosque el que imaginamos repleto de pinos, con climas fríos y elevaciones muy distantes a la nuestra. Un bosque también es aquel que alberga una gran variedad de especies vegetales, tanto de árboles como de especies arbustivas, herbáceas o cactáceas, que en conjunto atraen y alimentan a un sinfín de especies de insectos y animales. Sus suelos ricos en materia orgánica retienen la humedad regulan la temperatura y generan microclimas más confortables. Un bosque desértico es también aquel que captura dióxido de carbono del aire — nuestras especies nativas, a pesar de sus hojas frecuentemente pequeñitas, son especialistas en hacer este trabajo.
El Bosque Memorial Yáñez es el primero de su tipo en la ciudad, pero existen otros 4 panteones municipales (y cientos de parques usualmente baldíos) que podrán seguir sus pasos más adelante. Proyectos como este nos invitan a repensar la manera en la que disponemos del espacio público, obteniendo grandes beneficios al conjuntar varios usos en un mismo destino. Esto sin duda nos acercará a una ciudad en el desierto mucho más confortable, más caminable y biodiversa, en donde la comunidad pueda disfrutar de moverse bajo la sombra fresca de los árboles en vez de hacerlo bajo nuestro inclemente sol de verano.
La autora es arquitecta. Maestra en arquitectura, diseño y construcción sustentable. Colaboradora del área de proyectos de Caminantes por la Conservación del Desierto, AC. Integrante de la Red Hermosillo ¿Cómo Vamos?
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