No es ciencia ficción, es historia en tiempo real: lo humano en la era de la IA

Por: Michelle Félix Velarde

Estamos creando historia.

Tal vez no lo sintamos del todo, pero lo estamos haciendo. Hoy, las máquinas han comenzado a hacer lo que creímos exclusivo de los humanos: escribir, analizar, traducir, conversar. Y, como en la Revolución Industrial, cuando el vapor reemplazó a manos humanas en las fábricas, ahora vivimos una nueva revolución: la de la inteligencia artificial.

Solo que esta vez no se trata de fuerza. Se trata de pensamiento.

En la superficie, parece que todo se resume a herramientas que nos ahorran tiempo. Pero debajo de esa capa útil y moderna, se libra una guerra de datos. Porque nuestros hábitos, emociones, decisiones y relaciones son insumos valiosos en este nuevo orden digital. Y podemos estar cediendo nuestra información sin saber cómo se usará, sin garantías y reglas claras.

Este es el presente en el que vale la pena detenernos a pensar: ¿será la IA una tecnología de la que nos sintamos orgullosos… o será, como la bomba nuclear, un brillante invento nacido de la ceguera ética?

La IA no es buena ni mala por sí sola. Es un reflejo de quienes la diseñan, de cómo se usa y de lo que permitimos como sociedad. Por eso, este momento no se trata solo de innovación. Se trata de ética e identidad.

Como ocurrió en la Revolución Industrial, algunos trabajos desaparecerán. Pero otros nacerán. Frente a sistemas que realizan tareas cada vez más complejas, el camino no es competir con ellos. Es apostar por humanizarnos más por construir relaciones sociales más empáticas y espacios laborales más dignos y colaborativos.

En este contexto, las habilidades blandas se vuelven indispensables. Ya no son un “extra”. Son el núcleo de nuestra adaptabilidad. Según el World Economic Forum, estas son algunas de las más relevantes hoy:

  • Pensamiento crítico y resolución de problemas complejos: Nos permite saber cuándo confiar en una sugerencia automatizada y cuándo detenernos a cuestionarla. No todo lo que suena preciso es correcto.
  • Inteligencia emocional: Frente al miedo y la incertidumbre que genera el cambio y el trato a otros con empatía.
  • Comunicación efectiva y colaboración: Ahora más que nunca, es momento de mejorar las formas de traducir necesidades, escuchar ideas y negociar soluciones con claridad y respeto.
  • Adaptabilidad al cambio: Quien se aferre a lo conocido sufrirá. Pero quien pueda moverse con flexibilidad y aprender continuamente, se mantendrá vigente.
  • Ética e integridad: Elegir lo correcto por encima de lo rentable. Eso es integridad en la era de la IA.
  • Curiosidad y aprendizaje continuo: El cambio no se va a detener. Pero sí podemos mantener la mente activa, y con hambre de entender, cuestionar y descubrir nuevas formas de actuar.

Y aunque todo esto parezca una conversación lejana, hay personas que ya están actuando desde esta conciencia.

Darío y Daniela Amodei, fueron figuras clave en OpenAI. Darío dirigía investigaciones avanzadas en modelos generativos, mientras que Daniela lideraba la seguridad en el desarrollo de sistemas. Un día, ambos decidieron mirar más allá del código. Vieron un riesgo creciente: sistemas cada vez más potentes, desarrollados sin suficiente reflexión ética. Y entonces tomaron una decisión valiente.

Dejaron atrás el prestigio y fundaron Anthropic, una empresa centrada no en competir por velocidad, sino en priorizar principios. Mientras algunos entrenan modelos para ser más rápidos, ellos los entrenan para ser más responsables. Porque entendieron algo esencial: la tecnología no es neutral. Es siempre, un espejo de quienes somos.

Entonces construyeron una organización que promueve la seguridad, la transparencia y la alineación con los valores humanos. Por causa de esta visión, Anthropic se ha convertido en referente. Al asumir la ética como eje central, ha obligado a otras empresas a replantear sus prácticas, generando una competencia más consciente.

Y no olvidemos: esa inteligencia también consume. Ya sea una consulta tipo buscador, la generación de una imagen o cualquier otra tarea el resultado puede consumir entre 2 y 5 litros de agua. Por eso, debemos elegir con conciencia en que tareas nos asiste y utilizar otras herramientas si es posible, ya que el impacto ambiental es parte del dilema ético. Porque si construir el futuro significa agotar los recursos del presente, entonces también debemos preguntarnos: ¿a qué costo?

Con esta reflexión no pretendo sugerir que dejemos de usar esta tecnología. IA contrario, veo en la inteligencia artificial una herramienta con un enorme potencial para amplificar nuestras capacidades. Pero precisamente por eso, debemos aprender a utilizarla con responsabilidad, criterio y conciencia.

Hoy, más que nunca, necesitamos volver a las preguntas esenciales: no solo qué puede hacer la inteligencia artificial, sino qué debe hacer. Y más importante aún: ¿qué queremos hacer nosotros con ella?

Esta es una decisión colectiva. Porque esta vez, a diferencia de otras tecnologías, la IA es accesible para todos. Está en nuestras casas, nuestros teléfonos, nuestros trabajos. Y por eso, su uso no solo corresponde a gobiernos o empresas. Nos compromete a todos.

La IA no definirá nuestra humanidad. Pero nuestra humanidad sí definirá lo que hacemos con la IA.

Que no se nos olvide: estamos creando historia.

Y que lo que quede escrito, sea motivo de orgullo. No de arrepentimiento.

La autora es Maestra en Marketing e Inteligencia Artificial. Consultora de comunicación para organizaciones civiles y conductora del Podcast Hazlo Shilo. Integrante de la RED Hermosillo ¿Cómo Vamos?

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