Violencia laboral: un llamado a decirlo en voz alta y resolver

Por: Michelle Félix Velarde

Las experiencias que se viven todos los días en el lugar de trabajo son determinantes para incrementar o disminuir el bienestar integral de las personas.

En México, la violencia laboral hacia las mujeres es una de las violencias de género más invisibilizadas. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021, la violencia la laboral ha afectado a 19.7% de las mujeres que han trabajado. El 92% de ellas no solicitó apoyo ni presentó denuncias. Por otra parte, la ENDIREH 2021 estima que, en Sonora, 30.2% de la población de mujeres de 15 años y más ha vivido situaciones de violencia en el trabajo.

La violencia laboral en contra de las mujeres impide su desarrollo profesional y personal, lo que ha tenido un impacto social en la economía familiar y en la plena integración de su talento en los espacios donde dedican buena parte del día.

Cuando las mujeres son víctimas de acoso, hostigamiento o discriminación, se ven obligadas a tolerar condiciones laborales abusivas. Esto ha provocado que mantengan posiciones subordinadas, limitando sus oportunidades de desarrollo económico y perpetuando así un ciclo de desigualdad.

Pero ¿Quiénes ejercen violencia laboral? Debido a su posición de autoridad, las personas con altos puestos son quienes tienen más oportunidades de practicarla.

Ignorar las ideas, menospreciar los conocimientos y la falta de diálogo al interior de una empresa o institución, genera un entorno lleno de ansiedad y miedo. La infravaloración de la experiencia, incluso comentarios despectivos como “eso cualquiera puede hacerlo”, son formas sutiles pero dañinas de violencia psicológica que minan la autoestima y la motivación.

Un ambiente laboral tóxico deja una profunda huella en la vida personal, manifestándose en trastornos del sueño, ansiedad, depresión, enfermedades cardiovasculares y un debilitamiento del sistema inmunológico. Además del impacto en la autoestima y la confianza al hacerlas sentir inseguras e incompetentes.

Esto a su vez tiene un impacto significativo en los resultados financieros de las instituciones o empresas, ya que causa un alto índice de rotación que genera costos elevados por reclutamiento, capacitación, finiquitos, compensaciones y otros.

En este escenario, una se pregunta, ¿cómo llegan estos perfiles violentos a ocupar espacios donde tienen que trabajar con personas? ¿Por qué predominan los jefes en lugar de los líderes? y aquí vale recordar la diferencia: un jefe controla y supervisa; un líder inspira, motiva y guía a su equipo.

Quizás, además de pedir el 3 de 3, esta iniciativa ciudadana que promueve la publicación voluntaria de tres documentos a funcionarios: declaración patrimonial, declaración de intereses y comprobante de pago de impuestos, sería necesario agregar un perfil psicológico e incluso psiquiátrico, para identificar a potenciales violentadores en espacios de poder.

Estudiosos de la Cultura Organizacional como Robbins (1999), han identificado a la cultura burocrática como paternalista y dominante, pues sólo de esta forma se puede conseguir resultados eficaces. Y aunque hay grandes avances en la lucha para lograr la equidad de género y para eliminar la violencia hacia las mujeres, en pleno 2024 se viven aún espacios burocráticos paternalistas en el extremo opuesto a la cultura organizacional colaborativa que promueve el respeto, la confianza y la comunicación abierta.

En espacios laborales sanos, el equipo se siente valorado y apoyado, lo que se reflejan en su salud física y emocional.  Cuando las personas se sienten seguras para expresar sus opiniones, son más propensas a aportar soluciones creativas. Esto, a su vez, beneficia al lugar de trabajo al aumentar su competitividad.

Promover espacios libres de violencia laboral, contribuyen significativamente a crear personas más felices y plenas, ya que el autoestima y buenas prácticas permean en las otras áreas sociales de las personas, y que a su vez se ve reflejado en la sociedad de la que forman parte con mejores servicios, mayor seguridad, comunidades más colaborativas.

La denuncia es un acto muy personal y que el miedo a las consecuencias puede frenarnos, pero si algo nos ha enseñado el caso de Giséle Pelicot es que quien debe sentir vergüenza son aquellas personas que violentan y sus redes de complicidad.

Detectar la violencia laboral y alzar la voz es un acto de fortaleza y visión a largo plazo. Al denunciar y crear ambientes libres de violencia no solo se resuelve un problema presente, sino que se pavimenta el camino hacia un futuro profesional más seguro y próspero.

Les invito a reflexionar sobre el tipo de lugar en el que laboramos y crear ambientes sanos donde se invite a pensar diferente y proponer. Todas las personas tenemos un papel que desempeñar. Este es un llamado a empresas, organizaciones e instituciones a diseñar más y mejores medidas y protocolos de prevención y atención para erradicar estas prácticas violentas y lograr la equidad de género en nuestra sociedad.

La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Consultora de comunicación para organizaciones civiles y conductora del Podcast Hazlo Shilo. Integrante de la RED HCV.

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