La transformación de Hermosillo, tiene que ser cultural
Cuando discutimos sobre los principales retos que enfrenta nuestra ciudad, regularmente nos concentramos en temas como seguridad, corrupción, finanzas públicas, desarrollo económico, movilidad, entre otros.
En el debate se analizan acciones que pudieran ayudar a resolver con urgencia cada una de estas problemáticas, sin embargo, poco se reflexiona sobre el gran potencial transformador de la cultura para solucionar de fondo estos desafíos.
Existe amplia evidencia sobre la capacidad de cambio que brinda una política cultural bien implementada. Uno de los casos más representativos es el de Medellín, Colombia, que tenía más de 6 mil homicidios al año durante la década de los noventa y actualmente experimenta una tasa de homicidios menor a la que Hermosillo reportó en 2017 (25 por cada 100 mil habitantes).
¿Qué sucedió en Medellín? Sergio Fajardo, exalcalde de esta ciudad (2004 a 2007), explicaba que para resolver dos problemas fundamentales, como la violencia y la desigualdad social, era necesario convertir los espacios públicos en centros de encuentro para la educación, la cultura y el entretenimiento: “Se pasó del miedo a la esperanza gracias a una apuesta por la educación de calidad y una renovación física y cultural de la ciudad” (Del Miedo a la Esperanza, 2007).
A través del programa de Urbanismo Social, que colocó en el centro el fomento a la cultura, se desarrollaron espacios públicos denominados “parques-biblioteca”, los cuales se fueron consolidando como centros de educación, convivencia, esparcimiento y de impulso a iniciativas artísticas, económicas y sociales de los vecinos. Este programa tuvo un enfoque progresivo e inclusivo. Con el lema “lo más bello para los más humildes”, se privilegió su ubicación en las zonas de mayor violencia y marginación de la ciudad.
“Si les damos a los barrios ma?s humildes bibliotecas bellas, esas comunidades se sentira?n orgullosas de si? mismas. Estamos diciendo que esa biblioteca o ese colegio, con arquitectura espectacular, es el edificio ma?s importante del barrio y enviamos un mensaje muy claro de transformacio?n social. Esa es nuestra revolucio?n” (Sergio Fajardo, 2007).
La idea central detrás del impulso a la educación y la cultura, en el caso de Medellín, era abrir una diversidad de opciones para el desarrollo personal y profesional de los individuos, sobre todo para los jóvenes que visualizaban en la delincuencia una alternativa rentable para subsistir. Además de atender ese problema, con el tiempo se documentó que la promoción de la cultura también ayudó a la construcción de “ciudadanía”, en donde las personas transitan del individualismo a jugar un rol activo en los asuntos colectivos.
En el documento “Cultura: Futuro Urbano. Informe Mundial sobre la Cultura para el Desarrollo Urbano Sostenible” (Unesco, 2017), podemos encontrar otras más de 100 experiencias de ciudades que, a través de la gestión de la cultura, han fomentado la inclusión y cohesión social; el desarrollo económico; la participación ciudadana; la planificación urbana incluyente y/o la construcción de confianza entre gobierno y ciudadanía.
Todos los casos indican que la cultura es un elemento imprescindible para la construcción de ciudades inclusivas, innovadoras y sostenibles.
Recientemente, el Ayuntamiento de Hermosillo nombró a Diana Reyes González como directora del Instituto Municipal de Cultura y Arte (IMCA), quien llega a través de una convocatoria abierta a la ciudadanía y en la cual se incluyó a miembros reconocidos de la comunidad artística para la evaluación de los perfiles interesados en el cargo.
La forma en que se ejecutó este proceso puede abrir un debate extenso, sin embargo, es importante destacar que, al menos en el papel, implica un avance ya que la selección se basó en la valoración de sus méritos profesionales y no por criterios políticos y/o personales. El proceso hace pensar que, al haber llegado por la “vía ciudadana”, la nueva funcionaria tendrá la sensibilidad para promover espacios de participación y rendición de cuentas.
La directora del IMCA llega a un organismo que en los últimos años ha sufrido recortes importantes a su presupuesto. De 2016 a 2018, sus recursos se redujeron prácticamente a la mitad, pasando de 40 a 22 millones de pesos. Este monto representa menos del 1% del presupuesto de egresos del municipio. Retomando el caso de Medellín, el gasto en cultura, sin contar las grandes obras de infraestructura cofinanciadas por organismos internacionales, superaba el 5% de su presupuesto.
Una de las directrices de la política pública en cultura que se va a implementar en esta nueva administración, de acuerdo con lo comentado por Diana Reyes (5 de noviembre, Proyecto Puente), será aprovechar las 10 bibliotecas públicas municipales como espacios de intervención focalizada, principalmente para el fomento a la lectura.
El reto es complejo ya que, de acuerdo con los resultados de nuestra consulta pública (Informe de Indicadores Hermosillo ¿Cómo Vamos? 2018), las bibliotecas fueron en espacio público peor evaluado por los hermosillenses (en comparación con los centros comunitarios, las unidades deportivas, entre otros espacios) con un cinco de calificación. Además del reto logístico, la infraestructura seguramente requiere de mantenimiento y adecuaciones.
Considerando lo anterior, las diferentes experiencias de ciudades resilientes, que han logrado transitar de contextos de crisis a situaciones de mayor bienestar y calidad de vida para sus habitantes, nos enseñan que el fomento cultural es un eje estratégico y transversal dentro de sus políticas públicas. Se observa una combinación de acciones para intervenir tanto en el espacio físico, que promueva la educación y el arte, como a nivel de los individuos, cambiando su mentalidad sobre su rol social y su relación con la ciudad.
Ante la crisis de inseguridad y el problema de adicciones que enfrenta Hermosillo, el fomento y gestión de la cultura puede ser un antídoto efectivo. El presupuesto 2019 será un indicador sobre el rol que juega este tema en la próxima administración municipal.