CIUDADES POR EL COMERCIO JUSTO
Adán Gurrola Ruiz
La crisis derivada de la pandemia por COVID-19 acentuó la fuerte desigualdad producto de nuestro sistema económico actual. Ante ello, se han planteado diversas alternativas que buscan reducir esta problemática; una de ellas, desde la concepción de la economía social y solidaria, es el comercio justo.
Si nos preguntamos cómo reavivar las actividades económicas sin caer en las mismas prácticas y modelos que propiciaron las brechas antes del confinamiento, podemos hablar de alternativas en las que colaboran productores, consumidores, organizaciones de la sociedad civil y gobiernos coordinados hacia un mismo fin trabajando bajo el esquema de ciudades del comercio justo.
Para ser considerada una Ciudad del Comercio Justo, conforme a la Fairtrade Foundation, los actores deben colaborar para cumplir con cinco aspectos fundamentales: a) la localidad debe contar con productos del Comercio Justo; b) las autoridades locales deben ratificar una resolución de apoyo a la adquisición de productos del Comercio Justo; c) las OSC precisan declarar su apoyo al Comercio Justo, así como un número significativo de empresas deben estar dispuestas a distribuir los productos; d) elaborar una estrategia de mercadotecnia para informar y concientizar a la sociedad; y e) formar una comisión de seguimiento para liderar los trabajos.
Si bien es cierto esta idea está pensada para ejecutarse a nivel internacional, entre productores de países emergentes y consumidores de países desarrollados, también es cierto que la propagación de los principios del comercio justo puede representar un estímulo significativo al consumo de productos locales y estrechar las relaciones entre comunidades rurales y urbanas, o entre distintas zonas de una misma ciudad.
Los consumidores informados y conscientes reciben un producto de calidad; los productores atienden a un mercado que valora más sus productos y reconoce sus condiciones sociales; las OSC promueven el compromiso con los principios del comercio justo; los gobiernos atienden los acuerdos necesarios para llevarlo a cabo.
Probablemente el tema de cómo financiar estos proyectos pueda causar inquietud y la respuesta debería surgir de los principios mismos de la economía social y solidaria desde el área de la finanzas éticas. Si aprovechamos las bolsas disponibles, cada vez más escasas, y aplicamos estos principios, probablemente podríamos hacer un uso más eficiente del recurso. Esto para generar un mayor impacto y sensibilidad social. Espero podamos abordarlo en una siguiente entrega.
El comercio justo no pretende convertirse en la panacea y resolver todos nuestros problemas. Se plantea como una opción de coordinación entre los distintos actores interesados en volver más justo aquello que potenciaba nuestras desigualdades.
Licenciado en Negocios Internacionales con maestría en Desarrollo Social por la Universidad de Sonora. Miembro de la Red Hermosillo ¿Cómo Vamos?
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